LA HIJA DE GOM
La obra de Susana Gómez-Ortíz es una mezcla de reflexiones alrededor de la identidad, el melodrama y paralelamente del cuerpo y el erotismo. Sus ensamblajes modulares, están conformados por diferentes escenas de cómics eróticos yuxtapuestos que generan narrativas no lineales y que se complementan al mismo tiempo que se interrumpen.
Por cada viñeta de cómic que usa, extrae de la narración los cuerpos femeninos que aparecen en ellas, generando secuencias de escenas inciertas pero sugerentes, tragicomedias movedizas en las que las protagonistas son estas siluetas de mujeres de comportamientos variables. Algunas lúdicas, otras sospechosas, pícaras o incluso furiosas, en estas escenas dramatizadas con luces neón que enfatizan la intriga y el misterio, las siluetas se convierten en el artificio y contenedor crítico de la búsqueda por la autoconstrucción de la identidad desde las insinuaciones del cuerpo femenino propuesto insistentemente por la cultura de masas.
En 1940 y 1950 antes del gran éxito de la televisión, el cómic era una fuente de referencias visuales y culturales que se colaban en la realidad de las calles de la incipiente capital mexicana en vías de modernización. Cómics de drama, humorísticos, heroicos, eróticos y adaptaciones de cómics estadounidenses que introducían el “american way of life” desde diversos géneros, configuraron una nueva noción de mundo global que proponía una sola manera de mirarnos a pesar de los contextos disímiles.
“Esta exposición, reúne un conjunto de laberintos escenográficos… “
En estas décadas, la población creció de formas que no habían sido registradas antes, niñas, niños y familias enteras conformaron sus gustos, aspiraciones y sensibilidades colectivas a partir de imágenes exportadas en tirajes masivos que se imprimían diariamente y se distribuían en cada esquina. Aparecieron los primeros desnudos femeninos para el consumo de masas, ya sea en revistas, cómics o el cine; y entre 1960-1970 la introducción de la minifalda, las nuevas tendencias coloridas en el maquillaje, la llegada del cabello suelto, rubio, esponjado como peluca y el uso de fijadores, fueron también los lenguajes y mecanismos de inserción de la nueva apariencia femenina global del siglo XX. Se exportaron entonces normas de belleza, comportamiento y erotismo desde medios tan cotidianos como el cómic. Fue una época de cambios profundos que asentaron los nuevos rasgos de identidad, erotismo y nuevas mentalidades que se consolidarían profundamente en las generaciones de los 80.
La cercanía con Estados Unidos se hizo presente en diferentes aspectos de la cotidianidad, haciendo tangible la infiltración de ciertos tipos cuerpos de una cultura en otra, cuerpos que funcionaron como referente para las jóvenes que de pronto, eran representadas en las historias por mujeres de cabellos pelirrojos y siluetas anglosajonas, sensuales, acinturadas. Dentro de todo este contexto hilado, se formó la mirada de Susana Gómez-Ortiz, quien explora los estereotipos del espectro capitalista de las siluetas femeninas y los formatos de estos referentes desde cómics eróticos adaptados al contexto mexicano, como la serie de cómic “Sensacional de Mercados” muy popular entre los 80 y 90. Mujeres de cuerpos extravagantes, viajando en camión, bromeando con el carnicero de la cuadra y comprando fruta de temporada en el mercado.
Los ensamblajes que presenta Gómez-Ortiz, son una suerte de escenografías de teatro autónomas que utilizan la retórica del melodrama internalizado en la cotidianidad chilanga, de la vida en la ciudad y que también forma parte de nuestra idiosincrasia generacional. Ya sea desde el drama de la culpa católica, Pepe el toro o Verónica Castro, estas construcciones también buscaron interpelar e infiltrarse en nuestro deseo y sensibilidad.
Esta exposición, reúne un conjunto de laberintos escenográficos que busca recontextualizar el cuerpo femenino representado iconográficamente en estas revistas eróticas populares, fragmentando la imagen del cuerpo de la mujer para generar los espectros y contenedores que acentúan nuestra curiosidad por estos cuerpos desaparecidos y la ausencia de nuestra identidad en ellos.
– KARLA NOGUEZ